domingo, 29 de enero de 2017

Cuando tergiversar es mentir



Leo con asombro el titular de una noticia aparecida en el periódico Deia de hace unos días: 

“Los comedores escolares ecológicos ahorrarían miles de toneladas de CO2”.

Continúo leyendo con curiosidad y mi conclusión es clara. Lo que nos cuenta Idoia Alonso, firmante del texto, es…

MENTIRA

Desde hace un tiempo es una especie de trending topic el empeño que les ha entrado a algunas asociaciones de padres y madres de alumnos y alumnas de colegios y colegias por promover, cuando no exigir, que los comedores de los colegios de sus retoños y retoñas implanten menús ecológicos. ¿Cuál es la justificación para este movimiento social? A mí solo se me ocurren tres posibilidades: que los que promueven este despropósito

a) lleven comisión con alguna empresa de ecológicos

b) ignoren que los alimentos ecológicos no son mejores para el medio ambiente, ni son más sanos ni más sabrosos

c) piensen, sin haberse parado a reflexionar ni a informarse sobre el tema, que todo lo que lleva la etiqueta de ecológico (o bio, u orgánico, o natural…) es “superguay”

Si se preocuparan por informarse un poquito sabrían que la norma que regula el etiquetado ecológico es una engañufla en toda regla que para lo único que sirve es para encarecer unos productos que, por otro lado, no tienen ninguna ventaja sobre los productos “normales” y, si acaso, presentan algunos riesgos higiénicos estadísticamente mayores que los de estos últimos.

Pero volvamos al artículo. Según la periodista, un estudio encargado por una confederación de padres y madres, demuestra que cambiar el modelo de catering de los comedores escolares de la CAPV por productos ecológicos de producción local equivaldría a sacar de la carretera 40.000 coches que hicieran el trayecto Bilbao-Tokio. Por lo que leemos en el impactante artículo, esto se enmarca en una iniciativa que reivindica un nuevo modelo de comedor “más sano, cercano y justo”.

¿Dónde está la trampa? Pues es muy fácil de detectar:

¡LOCAL NO ES LO MISMO QUE ECOLÓGICO!

El ahorro no está realmente en que los productos sean ecológicos, sino en que se produzcan en un entorno cercano, con lo cual el transporte resulta más barato. Lo local no tiene por qué ser ecológico. Es más, las explotaciones agrícolas y ganaderas locales no son demasiado grandes, por lo que a menudo no les compensa integrarse en modelos de producción ecológica, por una mera cuestión económica.

Hay una tendencia muy marcada entre los apóstoles de lo ecológico a intentar confundirnos utilizando como ejemplo de "ecológico" los productos de esos pequeños agricultores y ganaderos que aún mantienen sistemas artesanos de explotación que permiten que los vegetales tengan unas propiedades, aroma y sabor excelentes al ser recolectados en su punto de madurez, o que la leche sea leche y el pan pan. Productos excelentes por los que merece la pena pagar el doble o el triple que por un producto normal. Pero es que esos productos no tienen nada que ver con toda esa mierda que cada vez más inunda comercios y supermercados rebozados en etiquetas de eco, bio, natural 100%...

Con todo este pudin de ideas tergiversadas nos cantan las maravillas de los menús ecológicos en los colegios, y al hacerlo nos mienten, porque no comparan los costes ambientales de productos “ecológicos” frente a otros, sino de productos foráneos con locales, que, por cierto, lo único que los distingue es que se han producido cerca, y no tienen por qué ser mejores, ni más sanos, ni más ecológicos ni más nada de nada.

Padres y madres de alumnos y alumnas del mundo y de la munda: dejaos engañar por estas patrañas y vuestras criaturas no comerán más sano, ni más sabroso, pero sí más caro, y en cuanto a lo de “justo”, preguntadles a aquellos cuya situación económica les impida afrontar los sobrecostes y no se puedan permitir esos comedores tan “cool”.