domingo, 5 de julio de 2015

Hoy toca hablar de Víctor Gete



Hoy toca hablar de Víctor Gete, ya que es uno de los propósitos de fin de año que me impuse en este blog, y qué mejor día que precisamente este en el que cumple veintisiete años.

La primera vez que leí el nombre de Víctor fue hace más o menos tres años. Por aquel entonces estaba yo intentando desenvolverme con mi tardía vocación literaria y, viendo que mi novela avanzaba, me empezó a entrar la curiosidad por el mundo editorial. Me puse a trastear en la web de Ediciones Beta, nuestra editorial, en la que yo ya había publicado un relato breve, a ver qué tipo de gente era la que escribía en ella, para averiguar si tenían algo que ver con un novatillo como yo.

Me llamó poderosamente la atención la biografía de Víctor Gete, un chaval que apenas superaba la veintena y que había publicado un tochazo de cuatrocientas páginas, El primer guerrero del bien, primera entrega de una saga de fantasía. «¡Manda huevos!», pensé yo, «¡qué tío!».

Desde entonces he coincidido en varias ocasiones con Víctor, en alguna presentación, en visitas mutuas en alguna feria o tomando algo por ahí. Víctor es un buen tipo. Es sencillo, amable y, sobre todo, un apasionado de la literatura que ha encontrado en ella una forma de existir y de disfrutar.

Además, Víctor es extremadamente tímido. Corrijo: Víctor es tímido a secas, porque me da la sensación de que su salto a los escaparates de las librerías y a las redes sociales le han ido transformando en una persona mucho más abierta. Porque escribir y compartir lo que uno escribe es una gran medicina, amigos, y lo digo por experiencia propia.

He leído todo lo que ha publicado, sus dos novelas, El primer guerrero del bien y Corazones en la sombra, y el relato que publicó en la antología Mezcla de lejía y crema. No son obras excepcionales, pero me han gustado. Son historias que enganchan, bien construidas y absolutamente meritorias para un chaval tan joven que empieza y al que le queda mucho por crecer y Víctor, que me parece una de esas personas que viven para escribir, crece rápido. Yo he sido testigo de ese crecimiento. Le he seguido en las redes y le he visto evolucionar con mis propios ojos. Espero que siga por este camino y que la literatura le depare las recompensas que merece.

Víctor tiene además la fortuna de contar con el apoyo de sus padres. He tenido la suerte de charlar unas pocas veces con Montserrat, su madre, encantadora e inteligente y, sobre todo, con un enorme sentido común.

Así que, Víctor, enhorabuena por una carrera que no ha hecho más que empezar y que deseo que te depare muchísimas más letras y que yo pueda compartirlas.


Zorionak!

sábado, 4 de julio de 2015

¡Las radiaciones del móvil te pueden matar!



Tal vez sea porque soy curioso y escéptico por naturaleza, tal vez porque tengo una sólida formación científica, o quizás porque dedico mi vida profesional a temas relacionados con los riesgos químicos y la protección de la salud. Sea cual sea la razón, afirmaciones como la que titula este texto me causan una extraña mezcla de acojono y descojono. Paradójico, ¿verdad?

Titulares de este tipo dan risa por las ridiculeces estúpidas que suelen acompañarlos, pero a la vez resultan preocupantes por las hordas de seguidores incondicionales que son arrastrados a comportamientos infundados e irracionales.

Hoy en día es demasiado sencillo acceder a volúmenes ingentes de información sobre cualquier tema, de una manera tan inmediata como difícil de contrastar si uno no se toma la molestia suficiente…, y son muchos más los que no se la toman que los que sí lo hacen.

Igual de sencillo resulta subir información a las redes sociales, lo que ha hecho que proliferen como setas los predicadores apocalípticos de la salud que, aludiendo siempre de manera un tanto oscura a supuestos trabajos científicos y a presuntos conocimientos ancestrales, nos previenen contra los mortalísimos riesgos de las radiaciones electromagnéticas, de la cocacola, de la leche, de comer carne, de las vacunas, de la medicina científica, del azúcar… Estas desinformaciones son asumidas como ciertas por miles de personas que a su vez las comparten y difunden, como consecuencia de lo cual los creyentes terminan contándose por millones.

El otro día, por ejemplo, en un debate feisbuquero se discutía sobre los terribles efectos de hablar por teléfono móvil. Las nocivas radiaciones electromagnéticas pueden hacer estragos en nuestro cerebro y ser causa de mil y un males: demencia, alzheimer, jaquecas crónicas, pérdida de memoria, cáncer, etc. Afortunadamente existe un remedio a este problema, según informaba una tertuliana: la orgonita. ¿La orgonita?, me pregunté yo, ¿qué será eso? Pues resulta que la tal orgonita es un cono de resina que contiene virutas metálicas y cristales de cuarzo, con unas propiedades maravillosas ya que absorbe las radiaciones y otras energías negativas y devuelve energías positivas que nos llenan de salud y paz interior. Mola, ¿no? Por supuesto, orgonitas a la venta a un precio a la altura de sus propiedades.

Otra tertuliana afirmaba que ella y su familia han encontrado la salvación a todos estos problemas en un “nosequebiólogo” que les aplica una terapia de plata coloidal ¡plata coloidal!, con la que una conocida suya incluso se ha curado de un cáncer. Existe otra corriente de sinvergüenzas que en vez de la plata coloidal recetan la ingesta de clorito sódico como remedio mágico de todos los males (a saber, cáncer, gripe, diabetes, artritis, malaria, psoriasis, hepatitis, tumores, parkinson, depresión, inflamaciones, ansiedad, asma y todo tipo de enfermedades infecciosas).

Expreso mi opinión al respecto y va alguien y me dice: “pero Edu, ¿y a ti qué más te da, si encima a ellos les funciona?"

Pues sí, sí me da. Porque resulta que ni a ellos ni a nadie les funciona y, aparte del vaciado de bolsillos, de propina se están tragando sustancias demostradamente tóxicas. Me alegra enormemente si los apóstoles de estos bálsamos de Fierabrás modernos los prueban en sus propias carnes y consiguen una cagalera crónica, pero me apena que jueguen con el dinero y, sobre todo, con la salud y las esperanzas de gente desesperada para la que cualquier clavo ardiendo al que aferrarse es bueno.

Conclusión: pues va a resultar que la homeopatía no es tan mala en el fondo. Te timan vendiéndote a precio de caviar bolitas que no llevan nada y de ahí, precisamente, la parte buena, que no llevan nada y al menos no te van a envenenar.

Yo, por mi parte, no tengo intención de hacerme vegano, ni de dejar de usar el móvil, ni de dejar de beber leche, ni de dejar de llamar imbécil al que se compre una orgonita y sinvergüenza al que se la venda. Voy a seguir viviendo al margen de los riesgos que no existen, porque bastante tengo con gestionar los de verdad. Si no lo hiciera así, la única solución que me quedaría sería matarme para no morir.