lunes, 13 de octubre de 2014

El chico de la chaqueta roja, de Alena Collar


Escribe usted raro, doña Alena, muy raro y, por cierto, no puede decirse de su libro que haga gala de un estilo ágil y de fácil lectura, como se acostumbra tanto últimamente como gancho para animar a los lectores. No. Su libro no se puede leer mientras se tiene la cabeza en otra cosa. Hay que estar a ello. ¿Es eso bueno? ¿Es malo? Pues depende de lo que busque cada cual.




Lo primero que me sorprende al desembalar la novela es su pequeño formato y sus ciento sesenta y siete páginas. Engañosas, porque el envase tiene mucho más contenido del que parece.

Empiezo a leer y me pregunto si es una lectura con la que me voy a llevar bien, más, si es una novela o qué es. “Un juego literario”, dice el texto de la contraportada, “una especie de juego de espejos”. Decido seguir jugando.

Escribí hace unas semanas una reseña sobre un libro de relatos de la autora, Estampaciones, y me refería al titulado Presa como mi favorito. Encuentro un cierto paralelismo entre los dos textos: el juego literario.

Sigo el juego. Continúo leyendo una prosa trepidante que oscila entre lo surrealista y lo hiperrealista. Un caleidoscopio que acompaña al personaje, mostrando al lector, sin solución de continuidad, lo que piensa, lo que ve, lo que recuerda, lo que cree recordar, los comentarios de quien escribe, quienquiera que sea. Una prosa densa que ni tan siquiera nos aligera la lectura mediante el ordenamiento de los diálogos con rayas y saltos de línea, como es lo habitual, sino ¡hala!, todo de corrido.

No pinta que uno vaya a engancharse a esto que estoy describiendo, ¿a que no? Pues de eso nada. Avanzo en el juego pero ya no por la curiosidad de ver adónde me lleva esta rareza literaria sino porque me ha cautivado. No sé si esto va a quedarse en juego o va a ser además una novela. No sé si es la autora la que escribe la vida del personaje, o si es el propio personaje quien escribe lo que vive, o si es en realidad lo que no vive. En alguna ocasión, mientras leo, miro con recelo hacia arriba por si veo descender la pluma gigante de un escritor de otra dimensión que me está escribiendo a mí mientras leo e intento descifrar quién escribe lo que leo. Se juega duro.

Voy acercándome al final y temo que vaya a encontrarme con uno de esos textos vanguardistas que de repente se acaban y ya está, ahí te quedas lectorcillo…, pero resulta que no. Entre juego y juego, la trama ha ido avanzando, tomando cuerpo y cobrando sentido hasta desaguar en un final bueno, pero bueno bueno.

Escribe usted raro, doña Alena, y me parece absolutamente encomiable por lo arriesgadísimo de su apuesta, y envidiable por haber elegido el camino más difícil para enganchar al lector y haberlo conseguido (sinceramente, qué envidia me da).

Termina el juego. Gana el lector. Así da gusto jugar.

4 comentarios:

  1. Infinitas Gracias por tu generosidad, Eduardo.
    De lectura y de crítica.
    Coincido contigo en ese precedente de "presa". Me alegra infinito que lo hayas visto.
    Un abrazo tímido.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un placer. Reconozco que me acerqué a la novela con cierto recelo pero me ha sorprendido para muuuuy bien. Altamente recomendable. Enhorabuena.

      Eliminar
  2. Con semejante reseña, tendré que jugar yo también.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues hala, a jugar, que en esta ruleta todos los lectores ganan.

      Un abrazo, Alberto.

      Eliminar